Minas de Buferrera- Covadonga (ASTURIAS)

Las Minas de Buferrera

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    Cuando la serpenteante y estrecha carretera llega a su fin, ante nuestra vista se abre el maravilloso valle en el que se encuentra al lago  Ercina. Apenas un par de kilómetros antes, nuestros sentidos se han sentido profundamente admirados ante el valle anterior, llenado por el lago Enol, que forma con el segundo lago el conjunto llamado los Lagos de Covadonga, una de las maravillas naturales de la Península Ibérica.Cuando estacionamos nuestro coche el aparcamiento, nuestra mirada no puede apartarse del extenso lago y las altas montañas que cierran el conjunto paisajístico. Montañas casi siempre coronadas por la nieve, nieves perpetuas y eternas.
                           VÍDEO DEL INTERIOR DE LA MINA

      La naturaleza en estado puro. La presencia del hombre en ese paisaje es casi hostil. Las vacas, las auténticas dueñas de esta tierra se enseñorean ante nosotros. Permanecen quietas, pero expectantes, como si vigilaran nuestros pasos y cuidaran que no alteremos su reino. Poco podemos imaginar, sin embargo, que este lugar, hoy protegido medioambientalmente y convertido en parque nacional, hace tiempo fue escenario de unas importantes minas, de las que hoy existe testigo de su presencia: las Minas de Buferrera.
  En efecto, a través de una senda marcada por una pasarela de madera, en dirección contraria al lago de la Ercina, y a apenas doscientos metros del mismo, descubrimos un paisaje kasrtico, que no es producto de la naturaleza, sino de la mano del hombre, cuando en la segunda mitad del siglo XIX, en el año 1879 se crea una explotación minera, de la cual se extraía manganeso, y también hierro y cinabrio.
     En aquella época, en los albores de  desarrollo  industrial, el mineral se extraía al principio en cestos y se bajaba a mano y cargado en mulas hasta Covadonga, hasta el antiguo ferrocarril que lo llevaba hasta el puerto de Ribadesella. Aquel sobre aquel camino que bajaba hasta Covadonga se construyó la carretera que hoy nos sube a los lagos. Y aquel ferrocarril, que hoy  lleva de Arriondas a la Ribadesella, hoy transporta a los que siguen la tradicional regata a la ciudad costera.
Desde Ribadesella, el mineral se cargaba en barcos hacia Francia e Inglaterra. Dada su situación geográfica estratégica, Buferrera era por entonces la principal mina europea suministradora de materiales férricos a los aliados durante la Primera Guerra Mundial.  En aquella época llegaron a trabajar en las minas de Buferrera cerca de 500 trabajadores durante el verano, cuando la climatología permitía la explotación plena de la mina.  Los mineros utilizados  en aquellas penosas condiciones eran poco cualificadas, razón por la cual los accidentes eran abundantes. Los trabajadores eran muchas veces personas indocumentadas y  al margen de la ley, con el fin de evitar responsabilidades en caso de accidente o muerte del trabajador. Oficialmente, catorce personas llegaron a perder la vida en Buferrera, pero su número fue mucho mayor.  Las condiciones de trabajo eran muy duras con jornadas muy largas lo que obligaba a los mineros a exigir mejoras en las condiciones mediante protestas y huelgas. La extracción del mineral se realizaba tanto a cielo abierto como en galería. Las aguas de los lagos Enol y Ercina se empleaban en producir energía eléctrica mediante canalizaciones que transportaban el agua hasta  Comeya, donde se encontraba la central eléctrica.
   Al principio, el mineral era llevado a hombros o lomos de caballerías por caminos desde los lavaderos hasta Covadonga, para allí cargarse en carros de bueyes hasta Ribadesella, y desde aquí cargarse en barcos hasta Francia e Inglaterra. Más tarde, se construyó una carretera de 12,4 km desde Covadonga hasta las minas, así como un tranvía aéreo de 7 km de longitud que se inauguró en 1905, con una capacidad de transporte de 100 toneladas diarias, que unía el lavadero con el puente de Repelao, al pie de la basílica de Covadonga. A comienzos de 1899 se construyó la línea férrea por la que transcurrió un tranvía movido a vapor uniendo Torrelavega e Infiesto, con un ramal a Covadonga desde Arriondas, hoy utilizado por los visitantes al Descenso del Sella, desde Arriondas a Ribadesella. El servicio fue inaugurado oficialmente el 1 de enero de 1908, aunque el servicio regular no comenzó hasta la primavera de aquel año, debido al duro clima de que obligaba a los trabajadores de las minas a trabajar solo entre los meses de  abril y octubre.
  Evidentemente, en aquella época los únicos visitantes de los lagos eran los trabajadores y personal relacionado con la explotación minera, ya que los peregrinos al santuario de Covadonga solo llegaban hasta la basílica. En aquel momento, el hoy bucólico paisaje de los lagos era muy distinto al actual. Eran numerosos los edificios dedicados a la explotación y para los obreros y estaba compuesto, entre otros, por un almacén de comestibles, un pequeño hospital y una capilla.
   La explotación minera continuó hasta el año 1958, ya que la mina era incompatible con la protección medioambiental creada desde el año 1918, cuando el rey Alfonso XIII lo declaró Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, aunque la empresa, por aquel entonces la Compañía de Minas de Covadonga, S.A. continuó con la propiedad, y la explotación de los lavaderos de Comeya, aún ricos en mineral, no siendo hasta el año 1979 en el que, tras un contencioso con ICONA, acabó con el cierre definitivo de la mina, quedando abandonada en aquel paisaje kárstico como testigo de su antigua actividad.
  La mina ha sido rehabilitada hace poco para permitir su visita turística y podemos contemplar las galerías, vías y transversales por las que podemos caminar. Existen paneles informativos sobre las características de la explotación y de las condiciones en las que se hacían. Difícil hoy en día imaginarse aquella vieja explotación en aquel paraíso natural, en que podemos distinguir las zonas de escombros, los métodos de transporte empleados, y los utensilios mineros como vagonetas, raíles, etc…. Una moderna escultura  representando a un minero es el mudo testigo de un paisaje difícilmente inimaginable hoy en día.

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